‘Simplemente Esperamos Un Milagro’: Los Evacuados Del Huracán María Se Preparan Para La Finalización De La Asistencia Para Vivienda
Nueve meses después que el huracán María arrasara la isla de Puerto Rico, aún hay un estimado de 300 familias que viven en hoteles a quienes la FEMA y el estado les pagan la factura.
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Pero esto cambia a finales de junio, fecha en que vence esta ayuda. Muchos de los evacuados que viven en hoteles no saben dónde van a vivir el mes que viene.
Y para algunos, su preocupación va más allá de encontrar refugio.
‘Esperando un milagro’
Media docena de mujeres se sientan en torno a una mesa plegable en la iglesia Dracut. Están reunidas para una comida improvisada de arroz con pollo, ensalada y galletas con chispas de chocolate. Están aquí para compartir la comida y recoger bolsas llenas de donaciones de las comunidades circundantes.
Todas estas mujeres se han reubicado desde Puerto Rico y viven, por ahora, en los hoteles de la zona. Pero, como dice Dagamar Rivera de 42 años, el futuro después del 30 de junio no está claro.
«No sé qué decirte. Simplemente esperamos un milagro, que se abra una puerta para nosotros», dice en español. «En realidad no estamos aquí por gusto. Estamos aquí porque lo necesitamos. La mayoría de nosotras estamos enfermas o tenemos niños que están enfermos. Y no estamos pidiéndoles que nos mantengan ni nada, solo que nos den la oportunidad de tener un techo y de avanzar. Solo eso».
Rivera cojea al entrar por el pasillo de la iglesia, apoyándose en un bastón. Ella dice que necesita estar conectada a una máquina para tratar algunas de sus enfermedades.
«Tengo lupus, EPOC, asma, artritis y diversas condiciones cardíacas. Así que estoy esperando y todos estamos nerviosos porque nos sacan el 30. No es fácil».
Muchos de los evacuados que viven en los hoteles están aquí porque tienen enfermedades graves que no pueden ser tratadas en Puerto Rico. Angie Lago, quien también está en la comida improvisada de la iglesia, está como desplomada en su asiento. Acaba de llegar de un tratamiento de diálisis. Sus tres hijos también tienen enfermedades crónicas.
Algunas de las mujeres se están quedando en el mismo hotel fuera de Lowell; ninguna de ella sabe dónde vivirá el 1o de julio.
Olga Guerrero es trabajadora social de las Escuelas Públicas de Lowell. Ella ha estado trabajando con estudiantes puertorriqueños y sus familias, ayudándolos a adaptarse a sus nuevas escuelas y a tener acceso a servicios tales como vivienda y atención médica.
«Ha sido desafiante, a veces confuso», dijo ella. «Mucha información que cambia todo el tiempo».
Las Escuelas de Lowell estaban reforzando el ingreso de los evacuados de María, pero ha sido complicado descubrir cómo moverse en los sistemas federales y estatales que distribuyen recursos después de María, incluso para Guerrero que es una trabajadora social entrenada. Massachusetts tiene la tercera población más grande del país de evacuados de María, registrados por la FEMA.
«Cuando crees saber: estos son los canales que tenemos que usar, así es cómo tenemos que movernos en el sistema, entonces a la semana siguiente, cambia», dijo. «Siento como que siempre estamos apagando incendios, así es que realmente no puedes prepararte».
‘Nos dieron 5 minutos para salir y mudarnos al Holiday Inn’
Lisbeth Sandoval, su hija, Sheylibeth y su hijo, Stephen, han vivido en cuatro hoteles diferentes desde que llegaron a Lowell, en enero.
La familia de tres personas ha estado compartiendo una cama tamaño queen por casi tres meses. Las maletas y bolsas llenas con sus pertenencias se alinean junto a las paredes de la habitación. En el lavaplatos de la cocina americana hay platos rojos de plástico. Se siente como que cada cosa tiene su lugar en la habitación, pero que si tuvieses que mover algo, todo se vendría abajo.
Stephen, de 12 años, dice que es difícil vivir así.
«Cuando veo que me tengo que mudar de este hotel a este, y al día siguiente me tengo que levantar temprano para ir a la escuela, y luego cuando salgo de la escuela voy a otro hotel, que es lo que me pasó a mí», explica en español. «Yo estaba en el Residence Inn y luego fui a casa desde la escuela y teníamos cinco minutos para irnos y mudarnos al Holiday Inn y, luego del Holiday Inn, vinimos para acá.
A Stephen le diagnosticaron epilepsia recientemente. Su mamá, Lisbeth, dice que no pudo encontrar un neurólogo en la isla y que la tormenta destruyó su casa. Ella se vino a Lowell donde esperaba que su familia podría comenzar de nuevo. Luego de quedarse unos pocos días con su primo en una vivienda pública, les pidieron a Lisbeth y a su familia que se fueran.
Sentada en la cama, Lisbeth abre una carpeta de tres argollas llena de documentos. Aquí es donde guarda todas sus solicitudes de vivienda. Dice que ha presentado 37 solicitudes diferentes desde enero. En la mayoría de los casos le dijeron que hay una lista de espera de años o que su familia no era considerada desamparada porque tenía una habitación de hotel. Ella ha apelado algunas de las decisiones.
‘Vamos, vamos a los Estados Unidos’, dijeron, ‘los vamos a ayudar’. Y luego cuando llegamos aquí, todo se detuvo y ellos [los funcionarios del gobierno] no nos ayudaron», dice Lisbeth. «Si cada persona no se mueve y busca su propia ayuda, ellos no van a ayudarnos».
El estado ha aportado más de un millón de dólares en ayuda para viviendas temporales para familias como la de Lisbeth. Según las directrices transmitidas por la administración Baker, el estado continuará ayudando a las familias a conseguir viviendas a largo plazo, pero «las opciones de otras viviendas pueden ser limitadas». Esta ayuda estatal se ha sumado a los casi $450.000 en financiamiento para renta aportados por la FEMA para los evacuados de Massachusetts. Aun así, en dos semanas, desaparecerá la mayor parte de este dinero.
Un nuevo comienzo
Stephen recoge sus cosas para una práctica de béisbol, pero antes de irse su mamá comparte una sorpresa. Ella sacude un juego de llaves. El rostro de Stephen se ilumina.
«¿Tenemos un apartamento?», le pregunta a su mamá.
«Sí», dice ella con una sonrisa.
Se pasan las llaves el uno al otro por un momento y Stephen las sostiene en alto antes de apretarlas en su puño.